Y ACONTECIÓ que el pueblo se quejó á oídos de JEHOVÁ: y oyólo JEHOVÁ, y enardecióse su furor, y encendióse en ellos fuego de JEHOVÁ y consumió el un cabo del campo.
Derramábase el pueblo, y recogían, y molían en molinos, ó majaban en morteros, y lo cocían en caldera, ó hacían de él tortas: y su sabor era como sabor de aceite nuevo.
Y oyó Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno á la puerta de su tienda: y el furor de JEHOVÁ se encendió en gran manera; también pareció mal á Moisés.
Y dijo Moisés á JEHOVÁ: ¿Por qué has hecho mal á tu siervo? ¿y por qué no he hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre mi?
¿Concebí yo á todo este pueblo? ¿engendrélo yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, á la tierra de la cual juraste á sus padres?
Entonces JEHOVÁ dijo á Moisés: Júntame setenta varones de los ancianos de Israel, que tu sabes que son ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos á la puerta del tabernáculo del testimonio, y esperen allí contigo.
Y yo descenderé y hablaré allí contigo; y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo.
Empero dirás al pueblo: Santificaos para mañana, y comeréis carne: pues que habéis llorado en oídos de JEHOVÁ, diciendo: ¡Quién nos diera á comer carne! ¡cierto mejor nos iba en Egipto! JEHOVÁ, pues, os dará carne, y comeréis.
Sino hasta un mes de tiempo, hasta que os salga por las narices, y os sea en aborrecimiento: por cuanto menospreciasteis á JEHOVÁ que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de Egipto?
Y salió Moisés, y dijo al pueblo las palabras de JEHOVÁ: y juntó los setenta varones de los ancianos del pueblo, é hízolos estar alrededor del tabernáculo.
Entonces JEHOVÁ descendió en la nube, y hablóle; y tomó del espíritu que estaba en él, y púsolo en los setenta varones ancianos; y fué que, cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron, y no cesaron.
Y habían quedado en el campo dos varones, llamado el uno Eldad y el otro Medad, sobre los cuales también reposó el espíritu: estaban éstos entre los escritos, mas no habían salido al tabernáculo; y profetizaron en el campo.
Y salió un viento de JEHOVÁ, y trajo codornices de la mar, y dejólas sobre el real, un día de camino de la una parte, y un día de camino de la otra, en derredor del campo, y casi dos codos sobre la haz de la tierra.
Entonces el pueblo estuvo levantado todo aquel día, y toda la noche, y todo el día siguiente, y recogiéronse codornices: el que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí á lo largo en derredor del campo.
Aun estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese mascada, cuando el furor de JEHOVÁ se encendió en el pueblo, é hirió JEHOVÁ al pueblo con una muy grande plaga.